Florentino en persona avaló a C.G: la historia completa del segundo caso Davidson

29 julio 2009 | Por Redacción | Categoria: 1ª División, Fútbol
La negociación entre Carlos González y Mateu Alemany lleva mucho tiempo cociéndose. Desde el pasado 25 de mayo, cuando se vieron por primera vez en el hotel Eurobuilding de Madrid, 24 horas después de que el Mallorca ganara en el Santiago Bernabéu. Carlos González mostró en esa reunión su interés por comprar las acciones e incluso se habló de cifras. Cuatro millones de euros, en concreto.

Alemany empezó tirando balones fuera. En ese momento aún confiaba en que Jaume Roures le diera el sí. La opción del propietario de Mediapro siempre ha sido la que más le ha gustado al propietario y a su corte áulica porque para ellos era la solución perfecta. Mediapro se convertía en el músculo económico del club y el órgano de gestión no sufría ni un solo cambio. Sin embargo, Roures nunca llegó a contestar a la propuesta que le habían planteado Alemany y Javier Tebas.

Paralelamente continuaron las negociaciones con Carlos González. Entonces apareció en escena Llorenç Serra Ferrer. Mateu Alemany nunca le tomó en serio, pero cuando una tarde del mes de junio le llamó y le dijo que ya tenía el dinero, que podían firmar cuando quisieran, se dio cuenta de que sus cálculos estaban equivocados. González volvió a entrar en escena, pero ahora el precio había aumentado. A cinco millones. El empresario madrileño dijo que sí.

Alemany le dejó claro que quien tenía preferencia era el grupo de Serra Ferrer, pero no se entendieron y su negociación acabó como el rosario de la aurora. El pasado día ocho, diez minutos después de comparecer en conferencia de prensa para explicar que rompía los contactos con el núcleo de inversores del entrenador mallorquín, Alemany llamó a González para decirle que, si lo quería, el club era suyo. Pero le peso dos condiciones: debía mantener al director deportivo y debía nombrar un presidente mallorquín. Ambos coincidieron en el nombre del candidato: Joan Buades.

Durante los siguientes días la principal preocupación de los pesos pesados del club fue recabar información sobre González. Sobre su solvencia y sobre su seriedad. Aquello llegó a oídos del empresario, que movió hilos al más alto nivel. Florentino Pérez en persona llamó a Mateu Alemany para decirle que González era «de fiar», mientras que Joan Buades recibió otra llamada de máxima solvencia. Nada menos que la de Ignacio Polanco, presidente del Grupo Prisa. Ante tamaños avalistas, Alemany lo tuvo claro. El pasado día 17 el Mallorca anunció a través de su página web un preacuerdo con Carlos González que expiraba el lunes 27. Curiosamente Alemany no quiso incluir en el precontrato ninguna cláusula de penalización, al igual que había hecho el año anterior Vicenç Grande con Paul Davidson.

En el club la compra se dio por hecha. Joan Buades, que nunca llegó a confirmar públicamente que había aceptado la propuesta de González, se dedicó a reclutar a sus nuevos consejeros. Guillem Reynés le dio el sí. También se lo pidió al prestigioso ingeniero Gabriel Sampol, que inicialmente delegó el cargo en su hijo Fernando, aunque éste declinaría más tarde su incorporación al Consejo. Buades también se acercó a la familia deVicenç Rotger, y cerró la continuidad de Alvaro Delgado y Kikín March.

Todo iba sobre ruedas hasta que González empezó a desvelar sus planes. Primero fueron rumores (Alfredo Duro), más tarde certezas (Figo, Riquelme). Sin embargo nunca llegó a trascender públicamente la más agresiva de sus acciones: el cese inmediato de todos los miembros supervivientes del anterior Consejo de Administración.

Alemany jamás llegó a responder a los abogados de González sobre su propuesta de aplazar el pago de los cinco millones de euros pactados. El domingo por la noche, en una cena privada a la que asistió su entorno más íntimo, encabezado por Guillem Coll, su consejero más cercano, tomó la decisión de dar marcha atrás ante el temor de que la llegada del propietario del Grupo Ecco pudiera provocar un terremoto deportivo y sobre todo social. Por eso el lunes ni siquiera se molestó en llamarle cuando aterrizó en Palma. Esperó a las siete y media de la tarde y se citó con él en un bar del Paseo Marítimo. Quince minutos de charla fueron suficientes para deshacer un acuerdo que jamás tuvo que haber existido. González sigue todavía pataleando, pero le va a servir de poco. Por suerte el Mallorca nunca será suyo.

Informa: Deporte Balear  fuente:    futbol desde mallorca

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