HERIDAS QUE NO CIERRAN

10 abril 2010 | Por Redacción | Categoria: Balonmano

Esta claro que una guerra deja consecuencias de todo tipo, en especial entre la gente común, que siempre es la más afectada en un conflicto bélico. Los tratados entre los estados nacionales nunca son suficientes porque los resentimientos se mantienen a lo largo del tiempo y suelen ser demasiados complicados de eliminar. En este aspecto, uno de los lugares más álgidos es la zona de los Balcanes, en donde todavía está a flor de piel lo ocurrido especialmente durante la década del 90 con la guerra que llevó al desmembramiento de Yugoslavia. Como ocurre a menudo, estás situaciones se ven reflejadas en el deporte. Dos ejemplos:

Melbourne, al igual que la mayoría de las ciudades australianas, se construyó al ritmo de los inmigrantes o refugiados que escapaban de sus países tras la Segunda Guerra Mundial. Así fue como llegaron, principalmente, italianos, griegos y yugoslavos, que eligieron instalarse en la segunda ciudad más poblada de Australia detrás de la capital Sydney. Los rencores entre las etnias de los Balcanes que arrastraban de su lugar de origen se mantuvieron y en algunos casos pasaron de generación en generación.

Estos resquemores salieron a la luz una vez más durante el último Abierto de Australia con los disturbios entre hinchas serbios y bosnios, rompiendo el habitual clima festivo que rodea al primer Grand Slam del año.

Por la tercera ronda del cuadro masculino el serbio Novak Djokovic, se enfrentó a Amer Delic, estadounidense de origen bosnio. Entre los tenistas el enfrentamiento no pasó más allá de la rivalidad deportiva, pero en las tribunas las parcialidades se intercambiaron cantos y gritos en reiteradas ocasiones, especialmente durante los cambios de lado. El odio existente por las consecuencias de la guerra, más las excesivas cantidades de alcohol, conformaron un combo explosivo para que estallaran los incidentes. La policía de Melbourne arrestó alrededor de 20 personas.

Mientras tanto en Croacia se daba otro suceso que unía al deporte con el conflicto de los Balcanes. Hasta el domingo se disputó en 7 ciudades croatas el Mundial masculino de handball. Uno de los 24 participantes fue Serbia, con la particularidad de que por primera vez hinchas de aquel país pudieron viajar a suelo croata para alentar a un representativo de su nación.

La fase clasificatoía la jugó en Porec, una tranquila ciudad al oeste de Croacia y que no sufrió demasiado la guerra en los 90. Por eso la delegación tuvo una estadía tranquila mientras duró su actuación en dentro del Grupo D, en donde terminó segundo detrás de Dinamarca, el campeón europeo. Esto le valió el pasaje a la siguiente instancia, que se disputó en Zadar.

Esta ciudad de la provincia de Dalmacia se vio muy afectada por lo ocurrido durante la década pasada. Los bombardeos serbios fueron una constante, por lo cual las heridas todavía no cerraron del todo y existe un espíritu antiserbio muy importante, representado por grupos de extrema derecha. Uno de ellos, denominado Tornado, comunicó que los hinchas serbios “no serán bienvenidos a Zadar”. Desde ya que esto preocupó de sobremanera a la organización y a las fuerzas de seguridad.

“Fue una sensación terrible. Estás en un Mundial y la policía debe vigilarte todo el día, explicando que puedes ser agredido. No pudimos dar un paso sin la policía”, contó el arquero Dimitrije Pejanovic y quien definió la estadía como “un campo de concentración”. Los inconvenientes para la delegación serbia comenzaron ni bien llegaron por una amenaza de bomba al hotel en donde se hospedaban. Finalmente fue sólo una falsa alarma. Mientras tanto varios ciudadanos se quejaban por tener que ver la bandera Serbia en la plaza principal de Zadar.

Por ser una de las sedes del Mundial, el municipio decidió colocar los estandartes de las seis selecciones que iban a tomar parte del Grupo 2. A raíz de los innumerables pedidos y gestos de rechazo por la presencia del símbolo serbio, se optó por sacar todo. Esto causo molestia en el equipo de Serbia, por lo que decidieron no asistir a una recepción organizada por la intendencia en forma de protesta. “Me gustaría alabar a la organización del campeonato, pero lo sentimos por la decisión de haber retirado las banderas de la Plaza del Pueblo. Por esto no participamos del evento”, explicó a la prensa Velimir Marjanovic, presidente de la federación serbia de handball.

En sus presentaciones en Zadar, en donde registró 1 empate y 2 caídas, Serbia jugó con un clima hostil y cada vez que el público pudo les hizo sentir el rigor de que verdaderamente eran visitantes con cánticos en contra o abucheos. No hubo hechos de violencia importantes.

Las bombas y los fatídicos disparos de las metralletas por suerte se acallaron hace ya bastante tiempo, pero las secuelas que dejó un enfrentamiento armado tan atroz como el que ocurrió en los Balcanes, siguen muy latentes.

Foto: La selección serbia de handball la pasó mal en los días que estuvo en Zadar durante el Mundial Croacia 2009.

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