EL MEJOR BALONMANO (David Trueba)

20 abril 2010 | Por Redacción | Categoria: Balonmano, Otros Deportes

Esta disciplina es sin duda uno de los deportes de equipo más bellos del mundo a día de hoy.

Abducidos como estamos por el comercio de las emisiones deportivas, se nos ha pasado el Mundial de balonmano casi como si no hubiera tenido lugar. Y lo ha tenido, y tanto que lo ha tenido. Por más que en Televisión Española sigan siendo los peores vendedores de su producto. Desde los cuartos de final hasta el último partido de ayer, cada enfrentamiento entre selecciones ha sido espectacular, vibrante. Partidos resueltos por marcadores ajustadísimos (en cuartos, la victoria más holgada fue por dos goles); las semifinales necesitaron de dos prórrogas para establecer un ganador.

Al día de hoy, el balonmano es sin duda uno de los deportes de equipo más bellos del mundo. La velocidad con que se juega, la casi total ausencia de transiciones y tiempos muertos, la agilidad en los relevos, los cambios tácticos y la necesidad de jugadores que unan a su capacidad física enormes destellos de inteligencia, lo convierten en un espectáculo adictivo. Las dimensiones del juego hacen de él una especie de ajedrez de choque y apertura, con estrategias de una intensidad poco habitual. Quizá el único problema para imponerse como un deporte masivo tenga que ver con las dificultades para establecer unas normas claras de arbitraje. Ni los que juegan consiguen resolver ciertas distinciones entre un lanzamiento de siete metros o una exclusión, una defensa ilegal o un contacto permitido, así que el espectador se encuentra bastante perdido sin acabar de desentrañar los códigos. Todo lo cual permite que los árbitros vivan un partido propio, a veces con resultados más que polémicos, como el Francia-Alemania o los cinco minutos finales del Alemania-España, donde los nuestros fueron perjudicados por la presión del equipo local. Aunque, por no incurrir en los males futbolísticos, habría que reconocer que un equipo tiene que sobreponerse a eso y más para ganar, como se logró en el anterior Mundial, donde España se proclamó campeona sin contar con ayudas ni escudarse en excusas.

LOS CUARTOS de final contra Alemania tuvieron un apasionante perfil de atraco en toda regla. Pero era maravilloso vivir la tensión del juego, con el pabellón volcado con su equipo, los jugadores en busca del choque o el hueco y, sin embargo, en cada caída había siempre un gesto deportivo hacia el rival. Y todo eso a un gol de diferencia. Un partido dramático en el que España nunca acabó de funcionar pero que, gracias a la infatigable habilidad de Rolando Uríos entre las líneas enemigas, siempre tuvo a tiro. Ellos tuvieron un portero inspirado y un par de zurdas exteriores que nos destrozaron cuando menos lo esperábamos. Se perdió la corona de campeones mundiales, pero se perdió con cierta grandeza, con jugadores que se acercan al final de ciclo pero que conservan una calidad poco valorada en nuestro país, demasiado obcecado en solo saber apreciar los productos embutidos, empaquetados y surtidos por la grandilocuencia del negocio mediático.

Pero en el partido contra Alemania se acabó el Mundial solo para los patrioteros, aquellos que si no juega su país ni miran el televisor. Qué lástima sufrir ese apagón. Francia, que es la de casi siempre, perdió en un encuentro agónico contra los anfitriones; y otra vez el arbitraje robó el protagonismo al maravilloso juego. Fueron por delante en el marcador todo el partido, pero los alemanes no se dejaron caer jamás y se mostraron agresivos, con un magnífico portero, y aferrados a la belleza de este deporte donde 30 segundos son un mundo. Polonia consiguió llegar a la final tras derrotar a Dinamarca en otra joya de encuentro. La Polonia que entrena Bogdan Wenta hubiera sido un campeón justísimo de la competición, pero la final se la llevó Alemania, conquistando así el Mundial en casa.

El balonmano español logró vencer a Islandia y asegurarse un futuro que no debería entrar en crisis pese al mal resultado en este Mundial. Es de sentido común que este deporte crezca en nuestro país. Contiene lo mejor que uno puede esperar de una cancha deportiva, tenemos equipos muy asentados y quizá solo falte un impulso decisivo para convertirlo en un espectáculo compartido por más gente. Para ello es imprescindible alcanzar la transparencia arbitral, la comprensión del código y aprender a disfrutarlo.

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